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Mostrando entradas de abril, 2009

Nosotros, los sentimentales.

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Es indiscutible que eras, y probablemente sigas siendo, un sentimental; sólo un sentimental puede querer proporcionarse gratuitamente el lujo de una emoción, le reprochaba Oscar Wilde a su amante en sus últimos días. Wilde siguió hasta el final la religión del esteticismo, que no permitía la expresión de las emociones sino en las contadas ocasiones en que éstas resultaban ser la sombra de ellas mismas, esto es, algo estudiado, meditado, producto de una mente creativa y no efusión espontánea de un temperamento. Wilde era, en cierto sentido, un antirromántico, y eso le hacía por añadidura un antiburgués. Y es que el romanticismo que había aparecido a finales del siglo XVIII como una actitud artística de una juventud rebelada contra los usos y las modas de sus padres, sufrió a lo largo del XIX una mutación social curiosa que le llevó de ser algo semejante al sentido y motivación que las corrientes contraculturales tienen en la actualidad, a acomodarse a la mentalidad y sensibilidad de la

Más Stendhal.

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La figura del príncipe de Parma tiene a su primer representante como nexo de la intriga central de la novela La Cartuja de Parma , que gira en torno al cautiverio del héroe, Fabrizio del Dongo, y los desesperados intentos de su tía, la duquesa Sanseverina, de imponerse a la injusta y arbitraria condena del fiscal Rassi, su gran enemigo, y conseguir la liberación. Stendhal gradúa y controla la intriga a partir de un carácter prototípico: el del tirano de Parma, que no sólo demora el destino cautivo de del Dongo y, con él, del resto de personajes de la obra; además satisface el tópico romántico de un relato situado en un ámbito italiano, que sirve para dotarlo de exotismo meridional a partir de los caracteres más caros a un público europeo: la arbitrariedad y el escaso domino de sus pasiones por parte de un príncipe, vicios que se propagan a los cortesanos y, de estos, a la burguesía y el pueblo llano, estamento éste más sugerido que dibujado en la novela. El dinamismo de las acciones; l

Más allá de los 20, más acá de los 30.

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Una de las cosas que más me llaman la atención últimamente es esa curiosa habilidad de la que están dotados algunos jóvenes de mi misma generación, e incluso de más tempranas edades, para la vida práctica. Muchos de ellos apenas sienten alguna afición por lo que la tradición ha venido llamando "cultura", aquellas instrucciones que se presuponía debía experimentar toda persona para tener una visión lo más amplia posible de la vida, y que, finalmente, después de haberla conocido en un grado suficiente, poder gobernarla y gobernarse, a la vez, a uno mismo. Me refiero a cosas en principio tan edificantes como leer, viajar, conversar, trabar amistades y adquirir la máxima sociabilidad; trabajar, comprender la situación de nuestros semejantes y la propia y reflexionar sobre ambas, etcétera, etcétera. Estas costumbres, que se creían no hace tanto fundamentales, no sólo ya se dan por sabidas, sino que en su supuesta consideración, han pasado a olvidarse. En el mejor de los casos, se

DesUnión Europea.

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Siempre me gustó la asignatura de geografía. Al ver en la escuela los mapamundis uno creía, con la ingenuidad de la infancia, que podía conocer el mundo echando un vistazo de vez en cuando sobre esa representación en miniatura del planeta que habitamos. Luego, al hacernos mayores y haber afinado nuestro sentido práctico de la vida, pasamos del romanticismo a los asuntos y nos acostumbramos a ver los mapas como indicadores estadísticos de cualquier magnitud, ya sea el número de camas de hospital por habitante o la producción anual de remolacha. En este sentido, la evidencia inmediata que da un mapa coloreado según los parámetros de una leyenda puede servir para contrastar provocadoramente las diferencias abismales que existen entre el estado de cosas de un país a otro, o entre varios continentes, en base a cuestiones tan polémicas como la desnutrición, la incidencia de una enfermedad sobre la población o la protección de los derechos humanos. A propósito de la cuestión de la protección

Shakespeare y Riba.

William Shakespeare , Sonnet 1 (hacia 1600) (Traducción de Manuel Mujica Láinez) De los hermosos el retoño ansiamos para que su rosal no muera nunca, pues cuando el tiempo su esplendor marchite guardará su memoria su heredero. Pero tú, que tus propios ojos amas, para nutrir tu luz, tu esencia quemas y hambre produces en donde hay hartura, demasiado cruel y hostil contigo. Tú que eres hoy del mundo fresco adorno, pregón de la radiante primavera, sepultas tu poder en el capullo, dulce egoísta que malgasta ahorrando. Del mundo ten piedad: que tú y la tumba, ávidos, lo que es suyo no devoren. Carles Riba, de Primer llibre d'estances (1919) Amor, adesiara sento mon pensament que un sacre horror l'assalta en sa tranquila via: a l'un costat vas tu, la usada companyia; però ens volta una turba pàl.lida i vehement. Tàcites ombres, òrfenes de fesomia! L'alba neix plena de records; d'elles, ni el nom se salva de dins la mar udoladora del present. Amor, elles amaren també, i

Galeano: un dilema.

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Las venas abiertas de América Latina supuso el primer gran estudio de Eduardo Galeano (Montevideo, 1940) sobre la historia de Latinoamérica como demostración y a la vez denuncia de la situación del continente en aquel presente, algo lejano, que fue 1971, fecha de publicación de este relevante ensayo. La línea ideológica que sigue Galeano en este libro es clara y definitoria, además de ser una defensa a ultranza de la independencia económica de los países de la América no sajona, como objetivo esencial, a su vez, para una emancipación social de tutelas externas e internas. Sin embargo, y a pesar de la ferviente voluntad que le lleva a exponer las lacras del pasado como medio para la recuperación de la dignidad en el porvenir, Galeano, amarrado hasta la contradicción a su tesis pesimista del desarrollo castrador de las naciones latinoamericanas, se resiste a creer la versión tradicional que da la historia "de la derecha" y, en consecuencia, otorga el beneficio de la duda a fig

¿Satélite o misil?

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El viernes pasado se clausuró en Londres la cumbre que reunió a los principales líderes mundiales para debatir y buscar soluciones a la actual crisis económica. El entendimiento y el optimismo con el que se llevaron a cabo las negociaciones propició que el mundo llegara al fin de semana con un poco más de buen rollo que con el que se llegó a Londres, y tratar así de aliviar la inquietud que está produciendo la sobrecarga de noticias económicas negativas en la opinión pública. Pero la sensación de confianza que posibilitó la reunión del viernes pasado se vio pronto ensombrecida por las noticias que llegaban desde la remota Corea del Norte. Y es que, según los informadores, el régimen de Kim Jong-Il lanzó al espacio un objeto sobre cuya naturaleza han estado discutiendo los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, con la misma pasión que se dicustía en el Medievo acerca de la naturaleza de Dios y, como sucedía en aquellas ocasiones, sin llegar a ningún acuerdo. Fue entonces cuando la

Tolstoi a los 23.

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No, no solo existen fotos o retratos del Tolstoi anciano, venerable padre de familia, recluido en Yásnaia Poliana, lejos de los días parisinos y de sus admiradores, cultivando la tierra como un mujik más. Y no es así porque en sus Diarios, editados por "El Acantilado", aparece una foto del joven escritor a sus 23 añitos. Sin ser especialmente bello, todo su rostro y su cuerpo transmiten un atractivo particular. Sentado en una butaca, con traje de una elegancia algo austera, vetusta, tiene cruzadas las piernas; acomoda uno de sus brazos en el respaldo de su asiento y se descubren en las mangas de una holgada chaqueta dos grandes manos, varonil la izquierda, levemente cerrada; lánguida la derecha, cuyos dedos se muestran largos y gruesos sin ser bastos. La mirada, fija en la imagen del daguerrotipo, da al rostro una expresión de seriedad que no es sombría, pero denota un signo reflexivo. Los ojos, no del todo definidos, no se dirigen al infinito, sino que observan lo concreto,

En la muerte de Alfonsín.

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Discretamente y con reseñas algo tímidas ha informado la prensa española de la muerte del ex-presidente argentino Raúl Alfonsín. El País le dedica hoy una crónica en la sección internacional de su edición digital; y El Mundo publica un breve monográfico que abunda en su importancia política. Por su lado, La Vanguardia ofrece los apuntes del blog de su corresponsal en Buenos Aires. Los informativos de la televisión tampoco han destacado la biografía de un hombre que merecería un recuerdo más generoso en cualquier lugar del mundo. A poco que se piense no extraña mucho este velado homenaje a Alfonsín en los medios de nuestro país. Otros son los temas que preocupan a la opinión pública, y así como el anuncio de Coca-Cola nos recuerda en boca de un anciano que quizás no es buen tiempo para que un bebé llegue al mundo (y no aludo al debate sobre el aborto), posiblemente tampoco sean estos días los adecuados para morir y que este mundo, desnortado y aburrido ya por el fantasma constante de

...aunque, ¿quién sabe?

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