Contracorriente
Entonces, como de costumbre, nuestro hombre se levantará de la cama, posará sus pies desnudos sobre la porosa moqueta y se deleitará unos segundos con el primer roce del día. Por lo pronto no tendrá motivos para la desazón, porque no habrá pasado un minuto cuando ya se halle bajo el caño de la ducha silbando La canción del olvido, que le recordará que debe intervenir cuanto antes en el mundo. En la cocina sonará, encantadora, la cucharilla, clin , clin , una de azúcar y media de café, y la mujer, solícita y dichosa, preparará los emparedados al hijo moreno y a la hija rubia, no menos ufanos. Para alertarlo de cualquier distracción, sonará el boletín informativo en la radio que dará por agotada la primera hora. Prestísimo, se dirigirá al coche con los niños, clap, clap , mientras la esposa desde el zaguán, mandil con flores, acertará a levantar el brazo derecho que, aéreo, se encontrará a medio camino con la mirada furtiva de la vecina, foro izquierdo, segundo piso, ascensor, que frust