Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2010

Lacayos españoles: Isabel II

Imagen
Usted tiene que escucharme esta noche, Madre, que necesito desatar la lengua y relajar el espíritu, y aun más vaciar esta cabecita de cavilaciones, que temo volverme loca, ida o tonta de capirote un día de estos, porque yo ya no entiendo nada ni nadie fuera ni dentro de Palacio parece querer entenderme, y todo, en definitiva, me desespera y crea gran congoja. ¿Por qué no me quieren los españoles, Madre querida? ¿Por qué no sienten por su Reina el cariño inocente que yo siento por ellos? Que siento hasta celos de su estado, postrados como están en la ignominia, pero que nunca es mayor que mi miseria y desdicha... Que usted ya sabe que yo he pecado por efecto y omisión, por activa y por pasiva, de acto y de pensamiento, y el Niño Jesús me contempla desde su cunita, recoleto, desnudito, y llora porque soy mala, y yo me avergüenzo de mis infamias, y me pongo triste, y si la Reina se pone triste, triste está mi pobre España, y ya no me queda más remedio que venir a usted, Madre Patrocinio,

Mínimo bosquejo de héroe

Imagen
Reconozco que me he ido acostumbrando a estas tapias, pero que, en ocasiones, sobre todo al principio, me costaba encontrar la calma cuando me faltaba el caballo. No lograba asociar esta piedra a la otra piedra, ni encontrar un vínculo pétreo entre ellas que levantaran juntas una fosa en derredor esta celda en que vegeto. Se me ha hacho duro no tener, desde que estoy pudriéndome en esta hoya, la hermosa sensación de levantar el vuelo y abandonar este cubículo en que estoy echando raíces mortíferas. Crecí entre los bananos de Chinandega y fui el cuarto de entre los diez hermanos que tuve. Mi madre paría como quien recogía bananas. Abría complacida las piernas al primer cacique que la encerraba bajo los doseles de su catre. De diez hijos apenas cinco llegamos a salir a la calle valiéndonos de nuestras piernas. El dengue, la malaria y esa asquerosa y fétida agua de las acequias hicieron estragos aquellos años de mi niñez. Eso cuando no llegaba el nuevo santo de mi madre a probar su cinto