Lacayos españoles: Isabel II
Usted tiene que escucharme esta noche, Madre, que necesito desatar la lengua y relajar el espíritu, y aun más vaciar esta cabecita de cavilaciones, que temo volverme loca, ida o tonta de capirote un día de estos, porque yo ya no entiendo nada ni nadie fuera ni dentro de Palacio parece querer entenderme, y todo, en definitiva, me desespera y crea gran congoja. ¿Por qué no me quieren los españoles, Madre querida? ¿Por qué no sienten por su Reina el cariño inocente que yo siento por ellos? Que siento hasta celos de su estado, postrados como están en la ignominia, pero que nunca es mayor que mi miseria y desdicha... Que usted ya sabe que yo he pecado por efecto y omisión, por activa y por pasiva, de acto y de pensamiento, y el Niño Jesús me contempla desde su cunita, recoleto, desnudito, y llora porque soy mala, y yo me avergüenzo de mis infamias, y me pongo triste, y si la Reina se pone triste, triste está mi pobre España, y ya no me queda más remedio que venir a usted, Madre Patrocinio,