La Fiesta (8)
Habían llegado a un lago con embarcadero hacia las dos de la madrugada. Flotaban boyas y en el extremo de una pasarela el golpeteo monótono del agua. Titilaba el agua quieta y se escuchaba un rumor lejano de coches tras el lago. Tania aprovechó para fumar un cigarrillo sin dejar de mirar el horizonte iluminado por láseres de discotecas de La Fiesta. Haller la miraba desde el capó del coche. Aquellas botas de tacón le sentaban bien, pero no la hacían mucho más alta, o menos baja. Sintió un escalofrío. Un momento te define, pensaba, a sus ojos aún sería el chaval que se retiró de la cama cuando ella tenía más ganas, del mismo modo que aquel Víctor era poco más que unas manos de patán sobre sus pezones. Se acordó de la primera vez ¿y él, qué le pareció a Tania? Tania, la de las tetas mustias, ahora estrella de La Fiesta. ¡Qué imbécil puede ser uno, de no haber visto lo que veían claramente tanta gente, aquella multitud de la playa, de toda La Fiesta! Tania apagó su cigarrillo bajo s