Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2010

El talón de Aquiles (y 3)

La cabeza de Laura pierde por momentos gravedad y acaba claudicando. No le cuesta nada darse por vencida y retirarse deponiendo las armas mientras se descubre y abandona el campo con el casco bajo el brazo. Todo lo que la protege está cubierto de una capa de polvo que la hace más pesada, más triste y más noble. Polvo el casco, polvo la coraza y el arnés. -He decidido abandonar "El Deportivo", estoy cansada... Oyéndola uno se apercibía fácilmente de que a ella no se iba por un llano que pudiera despertar la confianza del viajero al emprender su camino. No habría ningún vericueto ineperado en sus dominios, ni colinas costosas; pero todo sería secretamente imponente. No había en sus expresiones subordinaciones introvertidas, sino una larga espiral que se desplegaba por obra de un extraño resorte, como la de un lepidóptero cazador. A veces daba miedo amarla así, tan desnuda, y asomarse a ella y verse uno igualmente tan entero y macizo causaban inquietud incluso al más pintado, cu

El talón de Aquiles (2)

El vientre de Laura era una tormenta rubia y encogida que no encontraba lugar donde tenderse. Era un reconocimiento íntimo de impiedad y desasosiego que resistía al borde de un desaguadero. El vientre sitiado de Laura no podía esconderse por más tiempo y, de las cumbres de sus pechos, millones de invisibles vigías aguardaban el momento de la expiación. A veces se erizaban de frío y otras se abarquillaban para defenderse de la canícula; jamás desertaban, y en los instantes de mayor audacia osaban aventurarse hasta el valle inclemente del miedo. Laura se levantó. Embistió. - ¿Cree que esta nueva derrota no es un signo evidente de un error de estrategia? - No, no lo creo. - ¿Y no considera que La Unión va a perder de forma totalmente imprudente las oportunidades para ganar el Campeonato de Liga antes de la última jornada? Aga Ruiz se sentía aturdido y se lo hizo saber al jefe de prensa con una mirada implacable, desbocada, como impulsada por una furia antigua. - Ya. Pero dígame, míster ,

El talón de Aquiles (1)

Laura era piernas desnudas y sandalias sin tacón. Vientre prometedor. Hasta su cabeza. Siempre acababa saludándola así, en silencio, con una mirada exploradora desde la puerta de la cafetería del Nuevo Coliseo. El primer día de su encuentro tuvo un pálpito feliz: se habían cumplido las tres consignas mundanas que le invitaban a acercarse a aquella muchacha que fruncía sus labios y su frente, dominados por alguna súbita inquietud que lograba aliviar con un sorbo a su pinta de cerveza y una mirada distraída al bastión del estadio, más allá de su refugio. Siempre estaba trabajando en algo y Abel había decidido mantenerse al margen y respetar con su ocio la jornada interminable de los otros. La primera sesión de trabajo no había sido tan inclemente como su insomnio le aseguraba. Después de todo, sus manos de virtuoso tan sólo tenían que recorrer a diario la pierna izquierda de Pablo Peláez, El Bucanero, más allá de la cual se perdía el mundo en un horizonte borrascoso, una cumbre ardua que