Cosmética. Farsa en seis escenas (y 2)

Escena cuarta.


Al encenderse las luces, se verá a LA CRIADA vestida de forma idéntica a LA ACTRIZ. LA CRIADA está revolviendo la maleta de LA ACTRIZ de forma curiosa y desesperada.



LA CRIADA:(Saca un traje oscuro y lo observa) La señora Vellette, que Dios tenga en su gloria, se encontrará bien... (Breve pausa) ¿Qué me dice? No sabe cuánto lo siento... Comprenderá que tras tan larga ausencia habré de lamentar aún más pérdidas... Confío en que sabrá disculparme, pero no tenía idea de que gozara de una salud de hierro a sus 103 años...(Saca de la maleta unas enaguas blancas) Pues ahora que me lo pregunta, y si he de serle sincera, creo que sí, que fue en Samarcanda donde Ricardo Corazón de León perdió su tambor tras la cruenta defenestración de Osaka en el año 333 de traspaso (Saca un sombrero igualmente anticuado, que se cala)...y es otra nueva muestra de su cortesía el nuevo destino que su confianza deposita sobre mi persona y sólo trataré de seguir ascéticamente el camino marcado, y así conseguir parangonearme desde la más humillante humildad con el ínclito sucesor que tan honrosamente me ha precedido. (Cierra la maleta de un golpe. Se levanta y toma la maleta. Se mueve cautelosamente por la escena, como si buscara algo erráticamente. Por el foro izquierdo entra LA ACTRIZ vestida de forma idéntica a LA CRIADA.)




LA ACTRIZ: Buenos días, señora.




LA CRIADA: (Sorprendida, vacila) Buenos días.




LA ACTRIZ: Verá, estaba entretenida contando los minutos, todos los segundos y las respectivas centésimas que faltan para que se inicie el multitudinario homenaje que dentro de otros tantos minutos y segundos con sus respectivas centésimas se celebrará en mi honor y en el de mi tobillo sereno cuando su quimérica y epifánica imagen me apercibió que estaba ante la persona que mejor me sabría conducir hasta él.




LA CRIADA: Oh querida, cuánto me alegro, pues, de que haya topado conmigo.






(Se abrazan forzosa, pero fraternalmente)






LA ACTRIZ: Ah, estaba segura de que no me equivocaba. Nada más verla me di cuenta de que usted había llegado a este baño para ayudarme. Al fin y al cabo, sólo una dama calzada con semejante calzado, vestida con semejante vestido y calada con semejante sombrero ha de conocer dónde se halla la puerta que me saque de este baño, situado en esta aduana de este aeropuerto para guiarme al soberano e ilustre homenaje que las lúcidas y preclaras autoridades de este continente van a tributarme próximamente.




LA CRIADA: Precisamente es lo mismo que he pensado yo después de darme un vuelco miocardíaco su aórtica, oxigenante, pero al fin bienaventurada aparición. Pues creo que , después de tanto sinvivir en mi vida, y de tanta decepción buscando la puerta, no he logrado hallar la puerta, pero he hallado algo mejor que la puerta, y es a la persona que calzando lo que calza, vistiendo lo que viste y calando lo que se cala, sin pudor, sin recato, pero atenta a las medidas de urbanidad, pueda benemérita y gentilmente llevarme de camino a la puerta.






(Breve pausa. Vuelven a abrazarse, esta vez sincera, pero fraternamente)






LA ACTRIZ: ¿Y a dónde se dirige tan honesta dama?




LA CRIADA: A un homenaje multitudinario.




LA ACTRIZ: (Asombrada) ¡Qué grima!




LA CRIADA: Y he de apresurarme o, de lo contrario, empezarán sin mí.




LA ACTRIZ: ¿Y a qué hora se celebra?




LA CRIADA:Dentro de dos horas, tres minutos, un segundo...




LA ACTRIZ: (Casi al mismo tiempo, mirándose el reloj) Un segundo, tres minutos, dos horas...




LA CRIADA: ¡Ay, qué nervios!




LA ACTRIZ: ¡Uy, qué nervios!




LA CRIADA: Estoy muy emocionada, sabe?




LA ACTRIZ: Calle, calle, que me come la impaciencia.




LA CRIADA: Inflarán globitos en mi honor, comeremos huesos de aceituna deshuesadas en mi honor y , si me porto bien y llevo las uñas bien limpias, harán estallar la bomba H en la bahía...




LA ACTRIZ: (Aplaudiendo y dando saltitos) ¡Qué suerte y qué fortuna! ¡Se me saltan las lágrimas de emoción!




LA CRIADA: Ah querida, no me cabe el gozo en este pozo que llevo por ombligo!




LA ACTRIZ: Pues según el orden de mi homenaje, primero harán estallar la bomba H en la bahía; luego servirán las aceitunas previamente bendecidas por el nuncio anabaptista; y sólo cuando emane sobre nuestras cejas el claro efluvio del cianuro hincharemos los globitos.




LA CRIADA: ¿Y cuándo dice usted que se celebrará su homenaje?




LA ACTRIZ: Dentro de dos horas, tres minutos y un segundo.




LA CRIADA: (Casi al mismo tiempo, mirándose el reloj) Un segundo, tres minutos y dos horas...






(Se miran las dos fijamente. Se vuelven a abrazar impulsiva, pero fraternalmente)






LA CRIADA: Oh querida, lo siento mucho. Me causa una enorme lástima y desazón haberme encontrado con usted en el único momento en que me apura la prisa tras cincuenta años de encierro en este baño. Pero, compréndalo, es MI homenaje, un momento que he estado esperando cada mañana, cada tarde, cada noche, de cada día, de cada mes -excepto en los eneros, que libro- de cada año bisiesto con sus estíos, primaveras, otoños e inviernos. Y como entenderá, no debo faltar a MI homenaje, ni permitirme llegar con retraso a tan inolvidable evento, pues eso sería una ofensa moral y mortal al homenajeado.




LA ACTRIZ: (Que ha estado observando la maleta) Oh sí, lo comprendo! Después de todo, yo estaba preparando mi maleta (Señala la maleta que está en el suelo, entre ambas) y acicalándome para disponerme a salir por la puerta e ir directamente y henchida por la emoción a MI homenaje, al que he de llegar a tiempo, pues sería indecoroso y una falta imperdonable de civismo llegar al homenaje antes que el homenajeado.




LA CRIADA: (Indignada) Oh claro que no, qué grosería! De ninguna manera!




LA ACTRIZ: Así pues, y para evitar contratiempos, me disponía a dirgirme a MI homenaje, cuando me pregunté cómo llegué a este baño para averiguar cómo podía salir de él; y caí entonces en la cuenta de la necesidad imperiosa de buscar una puerta, su puerta, mi puerta, la puerta, cuando me topé con usted y sus magnánimos pies que calzan tales zapatos; su cuerpo que cubre tal vestido y su cabeza cubierta tocada con tal sombrero, y entonces me dije que estaba salvada y esos zapatos, vestido y sombrero sobre tales augustas canas no podían defraudarme y me ayudarían piadosamente con su sabiduría a encontrar la tan selvática, flemática e inenarrable puerta.




LA CRIADA: Créame cuando le digo que estaré encantada de indicarle el camino una vez mis zapatos, su vestido, mi sombrero y sus augustas canas tengan la gentileza de guiarme hacia la puerta donde, al fin, pueda recobrar la libertad tras este egipcíaco y sabático cautiverio.




LA ACTRIZ: (Tomando el brazo de LA CRIADA) Y yo voy con usted.






(Se dirigen muy lentamente hacia la izquierda del escenario)






LA CRIADA: Y cuénteme, ¿qué va a hacer usted entre la romería de esta mañana y la inauguración del nuevo reactor nuclear de este mediodía.






(Se detienen)






LA ACTRIZ: (Azorada) Ahora me encuentra usted distraída. Pero si no me falla mi caprichosa memoria, a esa hora, o quizás siete días después, he sido invitada a asistir a un extraordinario y multitudinario homenaje.




LA CRIADA: ¡No me diga!




LA ACTRIZ: Será portentoso y escandaloso.




LA CRIADA: Sin duda se refiere usted a MI homenaje.




LA ACTRIZ: No , disculpe, pero creo recordar que se trata de MI homenaje.




LA CRIADA: Estaré encantada de asistir a su homenaje, querida, pero me temo que segundos después de la romería y segundos antes de la inauguración del nuevo reactor nuclear tendrá lugar, con todo jolgorio, el masivo y vigésimo homenaje que se tributa a una dama que ha nacido hoy hace 85 años.




LA ACTRIZ: (Complacida) Esa soy yo.




LA CRIADA: Le digo que está usted en lo cierto, querida, pero estaré encantada de librarle del error.






(Vuelven a andar despacio, dirigiéndose hacia el espejo del lavabo)






LA ACTRIZ: Estoy segura de que vamos por buen camino.




LA CRIADA: Sí, presiento que en dos horas llegaremos a un área de servicio.




LA ACTRIZ: Y entonces nos quedará menos de un año para ser al fin libres.




LA CRIADA:Y para llegar a tiempo...




LA ACTRIZ: ...a su homenaje.




LA CRIADA: ...a su homenaje.




LA ACTRIZ: Y estar honrada por su presencia.




LA CRIADA: Y estar orgullosa de que usted me honre con su preciosa ausencia.






(Muy cerca del espejo)






LA CRIADA: (Suspirando) Ayyyyy.




LA ACTRIZ: (Suspirando) Uyyyyy.




LA CRIADA: (Emocionada) Ohhhh!




LA ACTRIZ: (Emocionada, pero con más brío) Ahhhh!






(Las dos frente al espejo se miran el reflejo)






LA CRIADA Y LA ACTRIZ: (En un solo grito) Aaaaaaaah!






(Las dos se apartan del espejo aterrorizadas. Poco después se acercan de nuevo a él y cada una se queda mirando el reflejo de la otra)






lA CRIADA: (Atemorizada) Oh querida..., querida..., pero, pero no se ha visto? Es usted horrorosa!




LA ACTRIZ: (Indignada) ¿Cómo se atreve a propinarme semejante ofensa? ¿No se ve en el espejo? Comprendo que sea difícil, desagradable y nauseabundo comprobar que está usted hecha una birria; pero le rogaría que no aplicara a sus convecinos lo que sufre de sí misma.




LA CRIADA: (Estupefacta) Pero, no se da cuenta, querida? (La coge de la cara y le acerca aún más al espejo) Mire, alma de cántaro, mire la verdad. (Repasa con sus dedos la cara de LA ACTRIZ) Fíjese en qué piel tan tersa luce y esa ausencia total de patas de gallo, por no hablar de lo sonrosado de su mejillas, el brillo y fortaleza de su cabello y ese insulto blanco de su dentadura.




LA ACTRIZ: Se equivoca, le digo que se equivoca. Me está confundiendo en el reflejo contrario, que es el suyo. (Señala el espejo) Esa lozanía descarada, esa energía en la piel llena de liposomas, esos ojos encendidos y la luminosidad en la mirada son suyos, vergonzosamente suyos.




LA CRIADA: ¿Míos? (Le toma la mano y la dirige hacia el reflejo de LA ACTRIZ en el espejo) Mire mi piel surcada por profundas y abismales arrugas; la cuenca de mi boca donde faltan graciosamente los dientes; mis ojos mutilados por las dioptrías y la rala y frágil elegancia de mi cabellera cana, Mírelos y convénzase de a quién pertenece; mírelos, pero sólo mírelos. (Breve pausa) Y muérase de envidia.




LA ACTRIZ: (La coge del cuello) ¡Miente, seductora, más que seductora! ¡Es usted una farsante!




LA CRIADA: (Defendiéndose y dominándola) Apártese de mí, carne joven, saco de frescura, y respete las canas!






(Se libera de LA ACTRIZ, que cae cerca del váter. Ésta toma la escobilla)






LA ACTRIZ: (Amenazándola con la escobilla) Saboteadora, ¡quítate mis trajes de luto y mis herrumbrosas joyas! Deshazte de ese pelucón canoso que delata la vigorosa melena joven que te repugna y ,cuando lo hagas, que ni uno solo de tus asquerosos pelos roce el ala negra de mi sombrero de viuda.




LA CRIADA: Aquí no hay más farsante que la actriz que quiere boicotear MI homenaje y quiere presentarse ante el respetable y venerable público de esta gran nación senil bajo una falsa apariencia. Actriz tenías que ser, actriz y joven para colmo de tu desgracia. (Toma una toalla blanca y la enrolla) Pero nadie va a sufrir los estragos de tu juventud mientras te mantenga encerrada en este baño hasta que se consuman tus mejores años; se arrugue noblemente tu piel de manzana; se desmonte pieza a pieza la infamia de tu dentado y tus cabellos se vuelvan adorable estopa, tal y como yo he hecho estos últimos cincuenta años de mi vida. Sólo así podrás llegar a los 85 años arruinada y decrépita , con un buen reumatismo y una prótesis de cadera, y lograr ser digna del multiudinario homenaje de esta tierra, y hasta ser nombrada presidenta del Consejo de Administración de una multinacional. (Se dirige hacia la maleta, que ha quedado en el centro) Y ahora, inmunda jovencita, he de asistir a recibir todos los honores que tanto he esperado.




LA ACTRIZ: ¡Jamás!






(Trata de alcanzar a LA CRIADA por la espalda, pero ésta la esquiva y la domina enrollándole la toalla en el cuello)






LA CRIADA: Tranquila, calma, serénese Miss Aramís. (Repite varias veces, y en tono decreciente, esta palabra al oído de LA ACTRIZ, que va desplomándose) Son sólo cincuenta años en este hermoso baño. No le costará acostumbrarse. El tiempo es tan sabio como fugaz.






Escena cinco.




(Las luces van atenuándose. Al volver a encenderse, se oye el anuncio de la salida de un vuelo. EL ADUANERO sale por el proscenio derecho en albornoz, secándose el pelo con una toalla blanca. Al llegar al centro de la escena mira fijamente la maleta. Al instante, consulta su reloj. Por el proscenio izquierdo, sale entonces LA CRIADA)






EL ADUANERO: (Intrigante. En voz baja) Ya llegó la hora.




LA CRIADA: (Intrigante. En voz baja) La hora ya llegó.




El ADUANERO: Ha costado mucho.




LA CRIADA: Mis mejores años.




EL ADUANERO: Tantos esfuerzos.




LA CRIADA: Tantos sacrificios.




EL ADUANERO: ¿Para qué?




LA CRIADA: ¿Para qué?




EL ADUANERO: Para esto.




LA CRIADA: ¿Para esto?




EL ADUANERO: Pero ha merecido la pena.




LA CRIADA: La pena me ha merecido.




El ADUANERO: Y ahora se va.




LA CRIADA: Y no regresaré.




EL ADUANERO: Parece mentira.




LA CRIADA: Pero no es cierto.




EL ADUANERO: Aún no.




LA CRIADA: Falta poco.






(Vuelve a sonar el anuncio de la salida de un vuelo. Última llamada)






LA CRIADA: ¿Cómo estoy?




EL ADUANERO: Extremada.




LA CRIADA: Mi tiempo me costó.




EL ADUANERO: Tantas horas muertas.




LA CRIADA: Muerta tantas horas.




El ADUANERO: Y ese observar una a una las patas de las arañas.
LA CRIADA: Y ese eterno perder la cuenta tras la octava.
EL ADUANERO: Pero trabajamos con vehemencia.
LA CRIADA: Y un poco de persistencia.




EL ADUANERO: Y sus tres mitades de abstinencia.




LA CRIADA: Y una centésima de unidad cúbica de obediencia.




El ADUANERO: Aislando la incógnita por el cuadrado exponencial de su inclemencia.




LA CRIADA: (Rotunda) Mas con decencia.




EL ADUANERO: (Lleno de orgullo) Está en sazón y la libro al cosmos con todo merecimiento.




LA CRIADA:(Con modestia) Bueno, yo desearía una buena gota, algunas cicatrices en las nalgas y un bonobús de tullida de guerra, pero no se puede ser tan exigente.




El ADUANERO: (Romántico) Está usted hermosa, al fin se lo digo.




LA CRIADA: (Emocionada) Ay, no sabe cuánto lo siento.






(Suena un ruido de agua cayendo en la ducha. Desesperado, EL ADUANERO se agita la cabeza con la toalla con renovadas energías. Tropieza con la maleta)






EL ADUANERO: Oh, me permite, madam?




LA CRIADA: Con cuidado.




EL ADUANERO: ¿La estarán esperando?




LA CRIADA: En dos minutos, seis segundos...




EL ADUNAERO: (Casi al mismo tiempo, consultando su reloj) Seis segundos, dos minutos. (Breve pausa) Le pido un coche?




LA CRIADA: Oh, no, no hará falta: está muy cerca de aquí.




EL ADUANERO: ¿Podremos oír los vítores?




LA CRIADA: Y los clamores.




EL ADUANERO: ¿Y la algarabía?




LA CRIADA: Y los trombones amarillos chillando.




EL ADUANERO: ¿Durará mucho?




LA CRIADA: Oh no, toda una vida, poco más.




EL ADUANERO: En ese caso podré echarme una siesta hacia la madrugada.




LA CRIADA: Descuide.




(La luz va atenuándose en la mitad izquierda de la escena e irá oscureciéndose. LA CRIADA se dirige al espejo, que va siendo invadido por la oscuridad)






LA CRIADA: Oh maldición! esa luz rebelde en mis ojos me va a jugar su última mala pasada.




EL ADUANERO:(Se acerca a LA CRIADA) ¿Qué tal unas gafas oscuras?




LA CRIADA: Usted siempre tan caballeroso. No se preocupe: lloraré hasta matarla de pena. (Se besan apasionadamente)




EL ADUANERO: (Emocionado) La envidio. Se lo juro.




LA CRIADA: Trabaje. Persevere. Esfuércese(Echa un vistazo a la bañera y la señala con un golpe de cabeza. EL ADUANERO gira su cabeza en esa dirección) Quizás algún día sonarán los clarines para usted.




EL ADUANERO: (Cabizbajo) Me queda mucho por hacer todavía para presentarme ante tales señorías.




LA CRIADA: (Que va alejándose por la izquierda, ya completamente a oscuras) No tema, joven, no tema, la satisfacción por el trabajo bien hecho siempre acaba llegando (Ya en la oscuridad) Calle, sobre todo calle, no la ahuyente...






Escena seis.




( EL ADUANERO mira fijamente a la oscuridad. Pausa. La cortina de la bañera se descorre y le sorprende LA ACTRIZ en su interior, vestida con el mismo traje de baño que LA CRIADA lucía en la escena tercera)






EL ADUANERO: Oh qué alegría, Miss Aramís!




LA ACTRIZ: (Alza su pierna izquierda y la extiende hasta posarla en la taza del váter desde el interior de la bañera) Piernas de gacela, las reconoce?




EL ADUANERO: Oh sí!




lA ACTRIZ: (Contoneándose) Y mis pechitos, te gustan mis pechitos?




EL ADUANERO: (Frotándose las manos) Oh sí, sí, sí.




LA ACTRIZ: (Sonriente, sale de la bañera) Entonces, ¿iremos al homenaje?






(Suena un atronador ruido de avión que despega. LA ACTRIZ corre despavorida hacia EL ADUANERO, que observa extasiado, de una punta a la otra, la parte superior)






EL ADUANERO: Algún día, mi vida, algún día. (La besa dulcemente) Hoy tenemos mucho, mucho que hacer. Nos quedaremos a trabajar hasta bien tarde.






(La luz va apagándose. Telón)














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