Un retrato.


Tengo estos días en mi escritorio un retrato humilde de un gran personaje. Este retrato no viene enmarcado ni tiene el espacio natural que requiere la representación artística de la fisonomía de una persona, porque forma parte de un sencillo y volandero punto de lectura de la Xarxa de Biblioteques Populars.


Encabeza el retrato el nombre de la biblioteca municipal, y al pie del mismo se halla una cita del personaje por el que ya estamos inquiriendo: "Cultura - reza la cita- es todo lo que queda cuando se ha olvidado aquello que se ha aprendido." Aquél que no sea muy aficionado a esto de las máximas apenas habrá logrado descubrir al personaje que pudo reflexionar tan cabalmente; el que sí lo sea llegará a acotar todos sus posibles candidatos en torno a algún elemento clave de la cita, por ejemplo el mundo de la cultura. Alguno incluso conocerá la sentencia, pero todavía bailarán en su cabeza todo un ejército de parejas hipotéticas. Sigamos, pues, desbrozando esta minúsculo bosque que nos oculta el árbol.


Bajo la cita, en color fucsia, una frase: " Día de la mujer 2009". Ajá, se trata de un personaje femenino, culto y relevante: ¿una artista?, ¿una escritora?, ¿una actriz?... Pero tratándose de un retrato en un punto de lectura, no sería descabellado pensar en una mujer de letras. Y así es. Quitemos la pátina que cubre el retrato. La escritora está sentada en una butaca de la que solo se ve el reposabrazos, dorado, sobrio, en el que el miembro del personaje descansa acodado, y en cuya mano reposa la cabeza de la ilustre señora. Ya tiene unos años, pero su expresión es aniñada, con esa alegría de niña adulta matizada suavemente por el tiempo. Viste austeramente y el color del traje, azul marino gastado por el capricho de la paleta del pintor, contrasta con la áurea estructura del asiento en que descansa. Su cabello está recogido en un moño; se advierten canas claras y colores aún no apagados en su melena.


Es una dama sueca que vivió entre el siglo XIX y el XX. Escribió libros para niños y obras para adultos en que recrea los mitos y leyendas de su tierra escandinava. Su país, Suecia, quiso convertirla en la primera mujer en obtener el Premio Nobel de Literatura, y así lo hizo en 1909. Así, pues, este año la Academia Sueca de la Lengua se acordará de ella oficialmente; es decir, a bombo y platillo. Otros, anónimamente, en silencio claustral, leerán sus libros en esa soledad sonora que es el acto de leer.


Yo debería empezar a leer algo de ella, porque no la conozco. Este punto de lectura que luce este humilde retrato me animará a conocerla mejor y a rendirle mi tributo personal. Bienvenida, pues, Selma Lagerlöf.


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