"La calumnia", de William Wyler.


Desdes sus primeros años el cine siempre ha tratado el controvertido tema de la homosexualidad según la mentalidad y la afinidad que la sociedad de la época demandaba. Siendo el cine, en muchos casos, una acomodación progresiva del arte al temperamento y gusto del público, y en otros, justo lo contrario, podemos intuir qué grado de reputación o difamación gozaba el tabú de la homosexualidad en las dorada época de la mentalidad burguesa.


Un ejemplo algo ilustrativo podría ser la película La calumnia de William Wyler, con Audrey Hepburn y Shirley McLaine como protagonistas. La película aborda el tormento por el que pasan dos maestras de una escuela de niños a raíz de un comentario que una alumna confía a su abuela y que no tarda en convertirse en un rumor que se difunde entre todos los padre de alumnos del colegio. Tal rumor, distorsionado maliciosamente por una chiquilla resentida, acusa a ambas profesoras de mantener relaciones amorosas, por lo que no tarda en verse seriamente cuestionada la impecable moralidad que se les suponía a las docentes. Ambas mujeres habrán de afrontar la calumnia con la que se les acusa de distinto modo: una de ellas decide finalizar la relación con su novio al verse éste delatado de desconfiar de su novia en un momento de debilidad. La otra, más frágil e insegura, acabará confesando su homosexualidad a su compañera, pero, finalmente, cuando sale a la luz la verdad, exhausta y vencida ante el peso de la mentira, acabará suicidándose.


El filme, de 1960, resulta interesante, no ya por las emocionantes interpretaciones de Hepburn y McLaine, sino por abordar con cierta franqueza el tema de la homsexualidad. No deja de tener importancia que Wyler aproveche los estrechos resquicios de la ley para dejar hablar a uno de los personajes de la película y escenificar una confesión de lesbianismo, si bien pudorosa y sólo abierta por la necesidad que resulta de un ambiente dramático, que no deja otra alternativa que la de la sinceridad. De ahí que no sea extraño que la condición homosexual de una de ellas, pero que pesa sobre las dos profesoras en forma de difamación, se vea envuelta en seguida de una atmósfera angustiante y acabe finalmente en tragedia con la muerte de la lesbiana.


De nuevo la represión sexual y el ambiente puritano formulan la alianza clásica entre la homosexualidad y el ansia de destrucción como un fatalismo que ha atraído a artistas y escritores de todas las épocas y que ha evidenciado en muchos casos como algunas ideologías antitéticas no están tan separadas. La denuncia de una situación de falta de libertad y todos los traumas psicológicos y sociales que conlleva (hipocresías, maledicencia, cobardía, confusión, arbitrariedad de la ética individual y demencia morbosa colectiva, etc.) pueden ser acicate, y lo es en el filme de Wyler, de un turbulento bucle del que no sale la homosexual, pero que propicia el desengaño amoroso de la otra protagonista y su posterior liberación, tal como evidencian las escenas finales de La calumnia. En efecto, la película deja un final abierto y cordial tras la rehabilitación pública de las dos profesoras, pero que obviamente solo disfrutará una de ellas.

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