Dispara Narciso.


"¿Quién es Narciso?", dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. "¿Quién es Narciso? ¿Y tú me lo preguntas? Narciso...eres tú."


Un blog es, en cierto sentido, un trabajo breve, ocasional, que requiere la voluntad del narcisismo hasta cierto punto. El hombre moderno, y aún más el "postmoderno", siente una necesidad invencible de neutralizar como le sea posible un relativo anonimato y erigir su ego a un estrado, tribuna o escenario para intentar consumir con todo provecho ese "minuto de gloria" que parece que merecemos todos. Erich Fromm hablaba de la necesidad de perdurar que siente el ateo frente al creyente, y la importacia que adquiere en él la fama. En este sentido, la egolatría, el culto al yo, la vanidad, y, acantonado en un extremo, el narcisismo, dominan nuestra época del mismo modo que antaño se veneraban otros valores.


Pero, ¿qué es narcisismo? ¿Hasta qué punto Narciso reposa eterno en su condición de mito o se encarna esporádica o reiteradamente en cualquiera de nosotros?


Los antiguos griegos reconocían en Narciso a un hermoso efebo que, ensimismado por el encanto de su belleza, desdeñaba continuamente el amor de los que le requerían, como la desgraciada Eco. Los despechados pretendientes, resentidos, imploraron justicia a Némesis, la diosa vengativa, y ésta condenó a Narciso a desear aquello que nunca podría obtener y, de este modo, volverle eternamente insatisfecho. Ovidio nos explica el ansia de Narciso y su quimérico deseo en el libro III de sus Metamorfosis:


Allí el muchacho, fatigado por la pasión de la caza y el calor, fue a tenderse, atraído tanto por la fuente como por la belleza del sito. Y mientras ansía apaciguar la sed, otra sed ha brotado (...) Se desea a sí mismo sin saberlo, gusta él mismo a quien gusta, al solicitar es solicitado, y a la vez que enciende arde.


Durísimo castigo al que Némesis, implacable, somete a Narciso, cuyo mito, como casi todos los que forman el acervo griego, desprende una severísima moralidad. Posiblemente, los antiguos griegos veían en Narciso a un alienado, que no pudo escapar de su envanecimiento y se vio obligado a pagar con la misma moneda con la que él había defraudado antes tantas y tantas esperanzas. La moralidad griega, cuya aspereza tuvo continuidad en el judeocristianismo, quiso advertir de la impiedad que suponía el halago personal, el amor propio desmedido y quizás hasta la introspección. Algunos helenistas coinciden en creer que el antiguo griego recelaba de los solitarios tanto como del vacío, y su cultura dictaminó consecuentemente contra sus anatemas en esas bellísimas creaciones colectivas que son sus mitos.


Esa sombra que estás viendo es el reflejo de tu imagen. Nada tiene propio; contigo llega y se queda; contigo se alejará si puedes tú alejarte.", continúa Ovidio.


Narciso adora lo que tiene sin saber que ya lo posee: terrible situación de la que no le salvará ni la certeza ni la sospecha sobre tal realidad, pues sus facultades racionales están nubladas por la obsesión.


Así un blog, que surge de una necesidad inversa de narcisismo: escribir lo que nos pertenece pensando que, habiéndolo creado, está destinado a ser desposeído de nosotros; alejarlo, darlo a los demás, a pesar de ver cifrada su vida y su muerte en uno mismo. Es, pues, una labor de inversión narcisista: sólo lo amamos si no nos pertenece, pero con la condición de que lo hayamos poseído bajo el signo de la paternidad. Lo demás, creo, es puro psicoanálisis.

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